Rota mi mente,
presta unas horas al pasado.
Vuelve al lugar
donde perdió su suerte.
El viento a stapelias
me acoge,
me reconoce:
soy su descendiente.
Apuñala mi hueso
y besa mi mano.
Talla mi piel,
y baña mi cuerpo.
Destiñe mi sangre,
y abraza mis labios.
Me ha derrumbado
y me ha despertado.
Y el corto abismo en el vacío
sangra asiduo,
respira,
mira,
gatea,
recuerda.
Me ha reescrito
y empujado.
¿He vuelto con miedo o
me he escapado?
No he de saberlo nunca.
Erribana
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