Tenemos una oportunidad
para ser más importantes,
dejar mi destino,
corregir mis pensamientos,
amanecer con disposición,
acoger la vida
con tenaz insistencia.
Dar un respiro,
conectar con mis virtudes,
abrir tiempo en cada sentencia:
cada canción que he cantado,
cada trabajo al que me he postulado,
cada versión donde me han amado.
Me rescata la distancia del desgano.
Hundo mi asta: tiembla, engancha.
Aprieto a fuerza mis palabras,
me sostienen un día más.
Me balanceo y persisto,
tengo miedo y hambre,
ansias de ver el mundo ser mío:
abrazarlo, besarlo,
lastimarlo y disfrutarlo.
Tengo la paciencia que sueña un monje,
un pequeño respeto por no morir.
Insatisfecha constante,
con sed, con mucha sed.
Me aferro al lado más delgado de la luz,
lo muerdo y contengo.
Cada centímetro de mí
se concentra,
cada poro desahuciado
respira libertad,
trepa, magulla,
grita.
No me he caído, no me he destruido.
Estoy de pie, respirando lento,
agrietando el espacio
para cada hijo
y nieto