Hoy vi tus ojos en mis labios.
Titilaban como si quisieran hablar,
pero encerraban mi lengua en un silencio febril.
Te extraño siempre a escondidas,
como quien vigila una ventana cerrada,
acechando una luz que no llega.
Eres mi canto, mi fuga nocturna,
mi amor desbordando cerrojos,
inundando habitaciones vacías.
Tu nombre…
suena cálido y despejado,
como un amanecer sin nubes
que arde en mi piel.
Me pregunto si ya despertaste,
si tu mente aún recuerda mi voz,
si tu mirada furtiva aún sabe dónde encontrarme,
si tu pecho guarda el eco tibio de mis manos.
Decide.
Decide estar conmigo.
Decide darme un beso.
Decide —porque cada día muero—
respirando el aroma intacto de tus recuerdos.
Que un día nuestras calles se crucen,
que tus ojos me descubran
y mis ojos te reclamen,
que el olvido se rinda,
y el amor vuelva a ocuparnos como un incendio lento.
Que lo nuestro sea más vasto
que el dolor que nos persigue,
más inmenso que las sombras
que intentan apagarnos…
para ti, un poema que no requiere usar mas inteligencia que el corazón.
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