Qué obsesivo discurso
tienes en mi cabeza,
una vaga discordia
entre lo desapegado y lo indispuesto:
de tus rodillas en mi cadera,
de tus sonidos en mi letargo.
Casi parece que nos amamos,
pero ese viento que escapa al besarnos
se queja del corto escenario.
Decide por nosotros,
amarra nuestras manos,
tan tercos como influyentes,
nos han dejado sin tocarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario